Tener hijos es una necesidad vital fundamental para muchas parejas.
Definimos infertilidad como la ausencia de concepción tras un año de relaciones sexuales sin protección y durante el periodo fértil de la mujer.
Una pareja que se enfrenta a una situación de infertilidad, suele atravesar una importante crisis vital. Es una situación no planificada ni esperada previamente, ante la que no se suele estar preparado.
La infertilidad genera gran incertidumbre, preocupación y frustación, y su abordaje puede conllevar importantes problemas psicológicos tanto de forma individual como para la relación de pareja.
Así mismo, la infertilidad puede tener un impacto negativo en la vida sexual de la pareja. Las relaciones sexuales se vuelven poco espontáneas y se les añade un enorme componente de presión y responsabilidad a las mismas. Esto produce que disminuya de forma inevitable el deseo sexual y que, en muchas ocasiones, el acto sexual pase a convertirse en “una obligación”.
Además, si existen dificultades por parte del hombre (dificultades en la erección/eyaculación debido al nivel de presión, etc…) pueden darse importantes tensiones en la pareja. La relación sexual deja de ser un acto placentero para convertirse en un foco de estrés y ansiedad.
Afortunadamente, hoy en día, contamos con diferentes procedimientos médicos que pueden ayudar a conseguir un embarazo, son las llamadas Técnicas de Fecundación In Vitro (FIV).
En muchas ocasiones, antes de iniciar cualquier técnica de FIV, puede ya detectarse sintomatología ansioso-depresiva en alguno de los miembros de la pareja, habitualmente en la mujer. El deseo de ser madre, la presión social y familiar, la tendencia a la comparación con personas de su entorno, etc… generan importantes preocupaciones, pensamientos de tipo obsesivo en torno a la consecución del embarazo y sintomatología ansiosa y depresiva reactiva.
Se ha demostrado, que estos síntomas suelen verse intensamente aumentados durante los procesos de FIV, principalmente en los días a los que damos mayor importancia al proceso: la punción ovárica y la realización de la prueba de embarazo.
El tipo de afrontamiento que realicemos ante un tratamiento de FIV es muy importante a la hora de manejar el malestar emocional que conlleva.
Se ha demostrado que un “afrontamiento pasivo”, es decir, áquel en el que se convierte la infertilidad en un tema tabú: los miembros de la pareja evitan hablar sobre el tema, se tiende al aislamiento social para evitar “preguntas sobre el tema…”, contribuye a aumentar el malestar psicológico asociado.
Sin embargo, estrategias de “afrontamiento activas” consistentes en :racionalización del problema, búsqueda de círculo social de apoyo/distracción, y adecuada comunicación en la pareja pueden ayudar de forma significativa en el manejo del estrés asociado a los procesos de FIV.
Existen numerosos estudios que indican que muchas parejas no se enfrentan a procesos de FIV ante el miedo de sufrir un malestar psicológico elevado durante el proceso. Así mismo, gran parte de los abandonos que se dan durante estos tratamientos, son debidos a este malestar e incluso a trastornos psicopatológicos más graves como la depresión y el trastorno de ansiedad generalizada.
Es por ello que, en muchas ocasiones, puede ser recomendable acudir a un profesional que nos ayude a gestionar este complicado momento vital. No podemos olvidar, que en los procesos de FIV, la mujer se ve sometida a intensos tratamientos hormonales que pueden influir también en el desarrollo de síntomas ansiosos y depresivos.
Una atención psiquiatrica individual y de pareja puede ser de gran ayuda en estos tratamientos. Contar con un espacio terapeútico, donde poder exponer nuestro malestar, trabajar en técnicas de relajación y comunicación de la pareja, puede ser muy beneficioso.
Existen estudios científicos que demuestran que el abordaje y la ayuda médica, se asocia de forma significativa con mejores tasas de embarazo en procesos de fertilidad.