Embarazo y parto en tiempos de COVID19

Embarazo y parto en tiempos de COVID19

La situación de pandemia por COVID-19 ha generado multitud de incertidumbres en torno al seguimiento y tratamiento de la mujer en el embarazo y parto.

Durante los primeros meses de la pandemia, se tomaron medidas restrictivas y proteccionistas, seguramente reactivas a la escasa información que en esos momentos existía sobre el virus y el desarrollo de la enfermedad. Mediante estas medidas, se apostaba por el aislamiento de la mujer y la prevención extremista de una posible transmisión de la enfermedad de la madre al bebé. Todos pudimos escuchar como en muchos hospitales españoles y europeos, las madres tenían que enfrentarse al parto en soledad y, en muchos casos, los bebés eran separados de las madres tras el nacimiento para evitar posibles contagios y se impedía o desaconsejaba la lactancia materna.

A día de hoy, se ha demostrado que tanto la incidencia de enfermedad por COVID-19 como la sintomatología o gravedad de la misma, es similar en mujeres embarazadas y en población general. En este tiempo de pandemia, también se ha observado que no existe evidencia sobre que exista transmisión de la madre al feto durante la gestación, lo que se conoce como transmisión vertical, y que la separación del bebé de la madre, en mujeres infectadas por COVID-19, no previene de la enfermedad si no que, en todo caso, de producirse, solo pospondría su contagio.

Con todos estos estudios, la ORGANIZACIÓN MUNDIAL DE LA SALUD (OMS) ha dejado claro que toda mujer, incluso aquellas que tienen COVID-19, tiene derecho a estar acompañada durante el momento del parto, a hacer “piel con piel” con su bebé y a amamantarlo si así lo decide.

En el caso del bebé, el "piel con piel" es imprescindible para su cuidado inicial. El recién nacido nace absolutamente desprotegido y está preparado para depender y protegerse en el cuerpo de la madre. A nivel físico, por ejemplo, el calor corporal que le aporta la madre le ayuda a la regulación de su temperatura corporal. Mediante el contacto físico y el amamantamiento, el bebé ingiere microbiota procedente de la madre que le previene de enfermedades y ayuda al desarrollo de su sistema gastrointestinal. Además, a nivel psicológico y emocional, una separación temprana de la madre tiene efectos importantes en el recién nacido. Se ha observado que los bebés que son separados de sus madres de forma precoz sufren “estrés”: se les acelera el corazón, son incapaces de autorregularse y se vuelven mucho más vulnerables a contraer cualquier tipo de enfermedad.

Las consecuencias de estos cambios en la asistencia al embarazo y parto no solo afectan al bebé, sino que influyen de una manera muy significativa en la mujer embarazada.

El embarazo es considerado en sí mismo como un agente estresante y recibe incluso un peso considerable en las listas de acontecimientos vitales estresantes que se han usado para el estudio del estrés en humanos. Al fin y al cabo, incluso en los casos de embarazo más deseado o buscado, nos expone a una situación nueva, de absoluta pérdida de control y de necesidad de adaptación constante.

Esta situación de pandemia ha provocado, inevitablemente, que aumente el estrés y la ansiedad en las mujeres embarazadas. La falta de información veraz, el miedo a cómo será el proceso de embarazo y parto, la posibilidad de tener que enfrentarse a un parto “solas”, genera inevitablemente miedo y preocupación. Por ello es importante que los profesionales de la medicina transmitamos información clara y válida que ayude a las mujeres embarazadas a enfrentarse a esta situación con serenidad y confianza.

En muchas ocasiones, cuando el malestar psicoemocional generado por el miedo y el estrés no es detectado a tiempo, puede desembocar en patología mental importante como los trastornos de ansiedad o la depresión perinatal. Ambos problemas pueden tener importantes efectos si no son tratados, no sólo en la madre, sino también en el feto, el lactante, la pareja o el entorno familiar. En estas ocasiones, es necesario consultar con un médico psiquiatra especializado en psiquiatría perinatal, que pueda realizar una valoración completa y plantear un tratamiento adecuado a las necesidades de la mujer y su entorno, basado principalmente en estrategias psicológicas para el afrontamiento de la situación. En algunos casos, puede ser necesario instaurar un tratamiento psicofarmacológico adecuado para el momento gestacional en el que nos encontremos. Es importante resaltar que, desde hace años, ha quedado demostrado científicamente que existen tratamientos farmacológicos seguros y efectivos para tratar los problemas de salud mental en el embarazo, y que las consecuencias negativas de no utilizarlos cuando es preciso, superan con creces, los riesgos derivados de los posibles efectos secundarios de los mismos.

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