La ansiedad como síndrome y los trastornos de ansiedad como diagnósticos psiquiátricos, son enormemente frecuentes en la sociedad actual. Pueden generar un gran sufrimiento y verdadera limitación a las personas que los sufren y son una de las principales causas de visita a un especialista en psiquiatría o psicología y de la toma de psicofármacos.
Comprender los síntomas y ser capaz de aceptarlos, sin aumentar la preocupación que los puede retroalimentar, es una de las bases del tratramiento psicológico de la misma, no obstante, desde un punto de vista existencial, podemos tratar de llevar la comprensión de los síntomas un paso más allá.
¿De donde viene esa ansiedad?.
¿Cuáles son sus síntomas, causas y consecuencias? ¿Cuál es el conflicto psicológico que la está generando?. ¿Qué me está diciendo mi cuerpo a través de esos incómodos síntomas?.
En ocasiones, cuando observamos nuestra situación de vida con atención, podemos identificar aquellos aspectos que
nos incomodan o nos hacer sufrir. A partir del conocimiento de esos aspectos, somos capaces de
adaptarnos y tomar decisiones que nos ayuden a mejorar la situación. Sin embargo, no siempre identificamos la causa de nuestro malestar emocional y, en ocasiones, nos sentimos mal
sin saber la razón. Evidentemente, en algunos casos, algunos síntomas de ansiedad también pueden deberse a causas médicas o biológicas, pero estamos tratando de reflexionar sobre aquellos en los que existe un conflicto psicológico.
¿Por qué nos cuesta tanto en algunas
ocasiones entender lo que nos pasa?.
El problema aparece cuando nuestro
“concepto de uno mismo” nos impide darnos cuenta de aquello que no funciona correctamente en nuestra vidas. Ese
“autoconcepto” es tan importante que a la persona
le resulta intolerable contradecirlo, de modo que utiliza todos los mecanismos de defensa que estén a su alcance
para mantenerlo intacto. Se produce un conflicto entre dos fuerzas opuestas, un choque que se manifiesta en forma de angustia y ansiedad.
Aquellas vivencias más tempranas y las interacciones con los adultos de referencia durante la infancia, nuestra genética, nuestra experiencia a lo largo de la vida… todos estos aspectos condicionan
“como somos” y
“como nos reconocemos a nosotros mismos”. Condicionan aquello que consideramos que somos. Actuamos y vivimos sindo fieles a ello.
Ese condicionamiento forma parte de la propia estructura del individuo, y contradecirlo, supondría
poner en tela de juicio la propia identidad, generando un vacío en forma de inevitable angusta existencial.
Algún sencillo ejemplo:
Un hombre de 65 años que cuando se jubila empieza a sentirse mal, angustiado, ansioso, nervioso, apático, triste… y entra en
una profunda depresión. Aparentemente, todo está bien en su vida, cobra una buena pensión, tiene tiempo libre, a su familia. No cree que tenga motivos para sentirse mal.
Cuando profundizamos encontramos que siempre se consideró un
excepcional trabajador, todo su mundo giraba en torno al trabajo, su autoestima se abastecía de ello. Era perfeccionista,
enormemente exigente consigo mismo. La ansiedad y la afectación del ánimo aparecen cuando pierde esos pilares. En este caso, los sintomas pueden ser una señal de alarma para tratar de entender que la vida es algo más que el trabajo, y que su valor como persona va más allá de su rol de trabajador. Tal vez podría también buscar nuevas ocupaciones que le hagan sentirse util y más seguro de si mismo.
Otro caso, una mujer de mediana edad que lleva años con sintomas de ansiedad y bajones anímicos. No sabe por qué le ocurre. Tiene una “buena” vida. Quiere a su marido y a sus hijos. No tienen problemas económicos. Dejó de trabajar cuando tuvo a su primer hijo por decisión propia. Cuando profundizamos, encontramos que siempre se ha considerado a si misma como una mujer con
ferreos valores familiares, leal, fiel, protectora de la familia y que asumió voluntariamente dejar su carrera profesional por atender a sus hijos a tiempo completo.
No entiende por qué tiene ansiedad y bajones anímicos, siendo que ha tomado las decisiones que ha querido y su vida es
cómoda y sin problemas aparentes.
Cuando seguimos profundizando en la imagen de si misma y en su sentido vital, reconoce
no sentirse satisfecha con su vida desde hace tiempo. Siente que ha inhibido muchos de sus deseos de autorealización. No tiene claro si quiere seguir con su marido pero, considera que podría fallar a los demás y a si misma si se separara de el. Se siente encerrada, sin alas.
El deseo de libertad choca contra el miedo al cambio y la ruptura de su propia imagen. Esos “valores” o ese “concepto de si misma” pueden ser tan contundentes que sus mecanismos de defensa le han impedido darse cuenta durante mucho tiempo de que
no está satisfecha con su vida.
El hecho de que los síntomas de ansiedad puedan darnos
“pistas” de aquellos aspectos de nuestra vida con los que no estamos satisfechos y que no somos capaces de identificar,
no significa que cuando aparezca la ansiedad debamos necesariamente romper de forma drástica con aquello que nos incomoda. En relación al segundo ejemplo, no debemos sacar la conclusión de que, para que cedan los síntomas de ansiedad y bajo ánimo, la mujer debería separarse de su marido y cambiar su vida radicalmente. Una vez ha reconocido el origen de su angustia, manifestada en forma de ansiedad,
tal vez pueda mejorar algunos aspectos de su vida.
Tal vez quiera buscar un trabajo, buscar alguna afición, comenzar unos estudios que siempre le motivaron, establecer
nuevas pautas de convivencia con su marido y sus hijos, hablar con su marido de aquellos aspectos que le preocupan y que considera mejorables en su relación…
Entender el conflicto interno que está detrás de los síntomas puede ofrecernos
una oportunidad de cambio y mejoría como consecuencia, pero nosotros debemos valorar las decisiones a tomar en base a una reflexión global sobre nosotros mismos y nuestra vida.
Puede parecer dificil decirle a alguien
que está sufriendo ansiedad, que busque el lado positivo de lo que le ocurre. Explicarle que tal vez los síntomas que tanto le hacen sufrir, estén tratando de llamar su atención ante una oportunidad de mejorar su vida, de darle más sentido y de ser más “feliz”.
Cuando no entendemos por qué nos sentimos mal, ahondar en estos aspectos existenciales y transpersonales nos puede ayudar. Los sintomas y causas que tanto nos están haciendo sufrir, pueden acabar convirtiéndose en la ayuda que necesitábamos para conocernos mejor y dar sentido a nuestras vidas.